Inkoo's Sunset

Luz del Norte

Hoy se cumple un mes y tres días de la partida. Las cosas se devienen en un amarillo viscoso que atrapa las ideas. La eficiencia nórdica permite invertir en cavilaciones ajenas, el tiempo que otrora fuera canal lujurioso del estrés.

La naturaleza nos reclama, llena rauda sus espacios. Bloquea nuestra visión del lago mar. Las hojas y los brotes consumen el espacio de un verano pastel verdoso. La lluvia, discreta, cae algunas tardes. Regala de cuando en cuando un remedo de bochorno ajeno.

Aquí, el sol no baila a nunca a nuestro son. Por la mañana se abre paso violento, salpicando la madrugada con luces de otras horas. Por la noche sus brazos manan lentamente una agonía que cansada mancha el horizonte. El estertor magenta y ocre casi interminable, apenas regala un suspiro negro antes de franquear el paso otra vez.

Por la mañana, expectante, Aura observa en la ventana. Yolanda discreta, imperceptible, toma la misma banca de madera. Los niños con precisión teutona abordan su viaje a la escuela, siempre ligeramente tarde, escamoteando ese último minuto que da cordura.

De regreso, la algarabía, la comida adelantada. La extranjería evidente se manifiesta en una babel que fluye del viejo televisor. Con descanso escuchamos, entre bocados, al inglés que cura las heridas de nuestro analfabetismo finlandés.

La cerveza se desliza lenta en mi torrente, aplaca al libro que se celoso se niega a ofrecer la fuente de este día que termina. Luego de larga lucha, cede por repetición algún secreto. Dudo de la utilidad de sus tecnológicos obsequios, pero son mi único asidero.